viernes, 19 de febrero de 2010

Las palabras y las cosas

¿Qué me habrá querido decir? Es una pregunta frecuente, que nos hacemos después de alguna conversación, discusión, charla, etc. Alguna frase o palabra nos queda flotando en la mente, como un enigma indescifrable. Un dicho reza: las palabras son mitad de quien las dice y mitad de quien las escucha. Eso es cien por cien cierto. Lo demuestran la gran cantidad de malos entendidos entre integrantes de parejas, círculos amistosos, laborales etc.
En este blog, intento reflexionar sobre la relación que tenemos las personas con las palabras.
Las palabras no tienen significados universales. Al menos no todas. Claro que si no lo tuvieran la comunicación sería imposible. Hablo de algunas palabras, en algunos contextos particulares. En todos los ámbitos en los que me desarrollo, escucho hablar, leo cosas y algunas palabras o frases me quedan flotando en la mente. Y me pregunto qué relación tiene la persona que la dijo o escribió, con esa palabra o frase. Porque quizá lo que evoca mi mente esa palabra sea completamente diferente de lo que evoca en la mente de quien la emitió. ¡Un ejemplo por favor! Días pasados la revista Caras tituló su tapa con la siguiente frase"La tragedia de Liz Solari". Y me quedé pensando si realmente lo que pasó merecía ser llamado una tragedia ( la muerte de su novio a raiz de una sobredosis de viagra). Según la Academia Argentina de Letras:1. loc. verb. coloq. Tener un fin desgraciado.Quizá sea acertada o pertinente pero a la luz de los últimos sucesos en Haití, me pareció exagerada la apreciación. Pero quizá sea una percepción personal. Para mi la palabra más apropiada sería drama, pero insisto depende de la perspectiva, de la persona y de la circunstancia. Yo tengo una relación particular con las palabras. Busco la adecuada para cada situación y muchas veces las que escucho me quedan rebotando en la cabeza. Como una cuestión de encastre. Y si no, pregúntenle a mis parientes y personas cercanas. Es mi naturaleza, como el escorpión que pierde la vida por matar al sapo que lo llevaba sobre su lomo para cruzar el río. No se puede evitar.